Habitar el mientras tanto y el durante
Autoría: Lorena Yazmín García Mendoza
Comparte:
Esta semana inició el ciclo escolar. En redes sociales abundan los mensajes de maestras y maestros sobre este comienzo. Algunos aluden a los nuevos desafíos, otros evocan escenas conocidas como que les tocó un grupo difícil. También observo publicaciones de mamás y papás orgullosos que comparten la fotografía de su hijo/a en su primer día de clase. En todas esas imágenes hay guiños y referencias a cierta alegría y deseos de éxito para este regreso a clase.
Sé que todo comienzo conlleva nerviosismo, incertidumbre, pero también lo atraviesa cierta fuerza que nos impulsa a que resulte, a que independientemente de lo que nos encontremos se salga adelante, nos vaya bien. Con este deseo porque el ciclo escolar que inicia esté lleno de aprendizajes y experiencias enriquecedoras comparto un par de reflexiones sobre una de las acciones fundamentales en la tarea docente: acompañar.
Dentro de este acompañar destaco al menos dos disposiciones que me parecen importantes para la generación de experiencias de aprendizaje: ir más allá de los resultados y saber esperar.
Ir más allá de los resultados. Si bien es cierto que los resultados nos darán información sobre cómo va el progreso de nuestros grupos, cuando se le da centralidad a la experiencia de saber lo que se está privilegiando es un modo particular de relación que no se limita a la entrega de tareas o al cumplimiento de plazos, sino que busca que las y los estudiantes desplieguen una mirada sobre sí mismos, sobre lo que se les dificulta o se les facilita, sobre lo que les pasa con ese nuevo saber. Para que esta relación se lleve a cabo es necesario un mientras tanto y un durante; un mientras tanto que albergue la repetición como posibilidad de abrir un umbral donde se develen las múltiples posibilidades y horizontes existentes, que muestre las modestas o pequeñas variaciones que producen otros usos, concepciones, modos de pensar, trabajar, hablar, hacer o escribir; un durante, que hospede lo desconocido, que implique al estudiante con sus aspiraciones, dudas, miedos, es decir con su propia historia, pero también y sobre todo que lo ponga en relación con su colectividad.
Saber esperar. Cuando uno acompaña en una relación educativa lo hace en la proximidad y en la distancia. En la proximidad de una presencia, de una voz, de unos gestos. En la distancia, expresada en pausas y silencios para que las y los estudiantes puedan preguntar a su realidad, construir, experimentar y desplegar sus procesos de pensamiento. Acompañar desde la distancia supone mantenerse a la espera. A la espera de que los estudiantes reconozcan lo que saben y lo que aún no saben, para que en ellas y ellos se manifieste la vulnerabilidad de no entender, de cometer errores, de repetir, intentar y probar varias veces hasta que logren nuevas relaciones y conexiones.
Se trata de un acompañamiento visto como un aguardar, que no se precipita, que retiene el impulso de intervenir o corregir para no entorpecer un descubrimiento. Acompañar como una procuración de espacios y tiempos que posibiliten que las y los participantes se escuchen entre sí, como grupo, de modo que pongan en cuestión sus creencias, prácticas y sentires.
Cuando se acompaña es necesario estar alerta del proceso que emprenden las y los estudiantes, observar sus variaciones, dudas e interrogaciones y estar en condiciones de señalarles lo que están logrando, pero también lo que aún tienen pendiente por conocer. En ese sentido, se acompaña en la proximidad de unos gestos que ayudan a las y los estudiantes a ampliar sus horizontes, a desarrollar nuevos hábitos y miradas. Es contención para que la confianza no se desvanezca y las dudas no bloqueen el avance. Es invitación a comprometerse, a enfrentar la incomodidad de moverse para no mantener las mismas ideas.
La docencia requiere de saber cuándo se toma y se cede el tiempo de la palabra, para que independientemente del docente sean las y los estudiantes quienes promuevan un diálogo entre ellos, con los otros y con su entorno. Requiere de experimentación y observación para averiguar qué organizaciones, estructuras, lenguajes y condiciones son las más adecuadas para detonar nuevos aprendizajes.
Acompañar es construir lugares de pausa donde tanto docentes como estudiantes se involucren, se adentren y se dejen atrapar por la realidad. Es ofrecer condiciones y generar ambientes para que compartan con sus compañeros, reciban preguntas y preparen el intercambio. Está parte es muy importante, en particular cuando se busca alterar contextos donde se privilegia el trabajo individual, la competencia, los resultados y las evidencias.
Este ciclo escolar se inicia con nuevos desafíos, entre ellos la aspiración de implementar un enfoque basado en proyectos. Entre las características principales de este enfoque están la centralidad de los procesos de construcción y la experimentación. Acompañar atendiendo a lo que se va produciendo en estas construcciones colectivas puede ser una acción que alumbre otros modos de relación entre docentes, estudiantes y saber, donde se habite el durante y el mientras tanto.