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¡Habemus Papam! ¿Qué nos espera en este nuevo pontificado? Las pugnas por quien tiene la verdad

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El Papa francisco motivó cambios constantes al modo tradicional del pontificado, por lo que salen a relucir cuestionamientos al nuevo pontífice

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El legado del recientemente fallecido Papa Francisco es innegable. Fue una figura de talla mundial cuya forma de ejercer el pontificado quedará inscrita en la historia de la humanidad como un ser de profunda calidad humana. Supo dialogar con múltiples realidades y escuchar tanto a creyentes como a no creyentes de diversas partes del mundo. Escuchó el clamor de las guerras, el sufrimiento de millones de migrantes y refugiados, y denunció la devastación del planeta por la falta de acciones concretas en el cuidado de la madre tierra.  

Para algunos cristianos, con visiones más estrechas, Francisco no fue su Papa que los representaba. Sin embargo, su pontificado marcó una época en la que no se condenó ninguna condición humana —como sí ocurrió en otros tiempos—, y en cambio se alzaron voces contra las consecuencias devastadoras de un capitalismo salvaje.  

Francisco renunció al palacio papal para vivir en una habitación en Santa Marta; cambió su Mercedes Benz blindado por un modesto Fiat; se escapaba para reparar sus propios zapatos. Con la convicción de que la mesa de la Eucaristía y el Evangelio son para todos y todas, sin excepción, tuvo la osadía de aprobar bendiciones para parejas del mismo sexo, priorizó la atención a migrantes y refugiados, y fue un pionero en el llamado al cuidado del medio ambiente. Condenó las guerras y, en términos bíblicos, fue un profeta que anunció y denunció. Esta postura no fue bien recibida por sectores conservadores, algunos de los cuales incluso deseaban su muerte anticipada.  

Ahora, el nuevo Papa León XIV enfrenta una tarea nada sencilla: trazar su propio camino bajo la sombra de un pontífice que marcó época. No obstante, León XIV posee cualidades bien definidas que de entrada despierta las simpatías y la esperanza de que los cambios realizados por Francisco seguirán con su curso de dar vida y vivir más cerca del Evangelio.  

Relativamente joven, con 69 años y una salud robusta, se espera que su pontificado sea prolongado, lo que le permitirá implementar y consolidar sus propias líneas pastorales. Ha invocado el nombre de Francisco y ha prometido continuar con el proceso del Sínodo abierto para repensarnos desde otros parámetros, promoviendo una estructura eclesial más transversal y participativa, que profundice el verdadero sentido de ser Iglesia.  

¿Qué nos espera en este nuevo pontificado?
León XIV es un hombre de fe y de ciencia: matemático y canonista. Criado en los suburbios de Chicago por una madre bibliotecaria y un padre exsoldado y luego profesor, recibió desde pequeño el aliento de la fe y el amor por la lectura y los libros.  

Ingresó a la Orden de San Agustín, donde la Doctrina Social de la Iglesia es pilar fundamental en su carisma. Fue misionero en Perú, prior general de su orden, y conoce bien la estructura vaticana, pues fue nombrado por el Papa Francisco como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina.  

León XIV tiene muchos elementos que en su conjunto hacen un perfil muy interesante para el futuro de la Iglesia Católica, donde fe y ciencia se conjugan, donde lo pastoral y lo canónico se encuentran, donde tradición, por ser de la orden de San Agustín, y cambios urgentes se hallan.  

Aunque nacido en Estados Unidos, su corazón misionero se forjó en Perú. Es una figura moderada y equilibrada, capaz de tender puentes entre la tradición de la Iglesia y la acción del Espíritu en los cambios que exigen los nuevos tiempos.  

El jesuita James Martin lo describe como “un hombre amable, abierto, humilde, modesto, decisivo, trabajador, directo, confiable y con los pies en la tierra. Una elección brillante”, que complementa todo lo anterior dicho.  

El Papa León XIV no lo tiene fácil. Deberá gobernar para todos y todas, sin diluir el Evangelio, que es amor, inclusión, justicia y ternura. De lo contrario, muchos creyentes podrían alejarse de una Iglesia que no reconoce la gran necesidad de ser un signo de contradicción en tiempos de cerrazón y fascismos.  

Publicado originalmente en Ángulo 7.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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