
Hambre en tiempos de abundancia
Autoría: María José Rivas Arreola
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Uno, dos, tres, cuatro, cinco son los segundos que pasan en que un niño muera en el mundo por causas relacionadas a desnutrición aguda, según la UNICEF. Las cifras totales de muertes en el mundo por causas relacionadas con el hambre aguda y desnutrición suman anualmente casi 10 millones.
La tecnología blockchain en el sector alimentario, la Inteligencia Artificial (IA), el Internet de las Cosas (IoT) y la agricultura de precisión han permitido que la producción de alimentos en las últimas décadas haya incrementado en más del 50 % el caso de los cereales y los aceites; sin embargo, la producción de frutas, vegetales y fuentes de proteínas continúa con grandes retos para poder atender las necesidades nutrimentales de la población actual.
Aunque para muchos la pandemia por COVID-19 ha quedado atrás como un mal recuerdo, la seguridad alimentaria mundial continúa sin reponerse de las secuelas de esta pandemia. En 2015 se establecieron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que marcaron la agenda 2030 de la Organización Mundial de la Naciones Unidas (ONU) con la promesa de tener un mundo más equitativo y justo.
Sin embargo, objetivos como el número 2 “Hambre cero”, que busca asegurar el acceso a alimentos sanos y suficientes para todos se ha visto severamente afectado por la pandemia y no se tienen una estrategia definida que permita que para el 2030 no exista una persona en el mundo que sufra hambre. Se estima que tan solo en 2022 cerca de 2400 millones de personas padecieron inseguridad alimentaria de moderada a grave. Por lo tanto, los esfuerzos para erradicar el hambre en el mundo requieren de sistemas alimentarios sólidos, con estrategias sostenibles e inclusivas que permitan evitar las pérdidas de vidas por desnutrición.
Paradójicamente, al mismo tiempo que la producción de alimentos genera nuevas y mejores tecnologías para proporcionar alimentos, las cifras por pérdidas y desperdicio de alimentos no han reducido. Por un lado, tenemos los retos propios de la agricultura y los que se generan por los efectos del cambio climático y las consecuencias por los desastres naturales. Y por otro lado, la cadena de distribución de los alimentos requiere mejorar las estrategias de distribución ya que en las últimas décadas los alimentos llegan a recorrer tan largas distancias para ser distribuidos que podemos hablar de alimentos kilométricos, que es el concepto se refiere a los productos agroalimentarios que recorren grandes distancias desde su lugar de origen hasta el consumidor final, lo que genera un elevado costo ambiental por el impacto negativo en el medio ambiente a consecuencia de las emisiones de CO2 generadas para su transporte.
Si analizamos lo que sucede en la mayoría de los hogares, podemos identificar que un tercio de los alimentos adquiridos terminan en el bote de basura, esto significa que grandes cantidades de recursos han sido consumidas en vano y que adicionalmente estos desperdicios estarán contaminando al medio ambiente al no ser bien desechados, ocasionando cerca del 10 % de las emisiones de gases invernadero.
Vivimos en un mundo cada vez más contradictorio, en donde tenemos que el número de niños menores de 19 años con obesidad ha aumentado en la última década y podemos hablar del caso específico de México, en donde los niños entre 6 y 19 años, 1 de cada 3 padece sobrepeso u obesidad, colocando a México entre los primeros lugares en obesidad.
La otra cara de la moneda son los reportes de la ONU en 2024 en donde se estiman que cerca de 300 millones de personas en más de 50 países vivieron en condiciones de inseguridad alimentaria aguda, las principales regiones con aumento significativo en cifras de inseguridad alimentaria son África y Asia occidental y destacan Países como la franja de gaza, Haití, Sudán, Sudán del sur y Yemen.
Debemos reconocer el vínculo inherente entre paz y seguridad alimentaria ya que la fuerza política que se ha ejercido en los últimos años sobre algunas naciones ha dejado ver que se ha hecho uso del hambre como arma de guerra.
Debemos de hacer una fuerte reflexión acerca de los alimentos que consumimos, tanto en calidad como en cantidad, de cuanto hemos podido avanzar en temas de innovación y tecnología para la producción de alimentos, pero también de la malnutrición y la inseguridad alimentaria. Y es que como consumidores debemos de transformarnos una sociedad más solidaria para la construcción de un sector alimentario más equitativo y sustentable que permita la reconstrucción de un estado seguro, ya que no podemos hablar de avance en la humanidad ni de paz mientras exista una persona en el mundo que padezca hambre.