
La música y su poder social
Autoría: Melissa Isaaly Mendoza Bernabé
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La música es un resultado de las experiencias humanas, así como de la conexión y el significado social. La relación creada entre el sonido, las vivencias y el tiempo es tan estrecha que permite la permanencia y trascendencia de lo ocurrido con una vigencia personal, ya que la escucha es una forma de comunicación interna y externa, es una interpretación de sonidos en sensaciones, palabras, hechos e imágenes.
John Blacking en su libro ¿Hay música en el hombre? relata cómo desde la prehistoria el vínculo entre música y sociedad es indivisible, en otras palabras, tiene un valor por lo que produce a nivel individual y colectivo debido a la intención con la que fue creada y el contenido que comparte como parte de un proceso conjunto y relacional.
De esta manera, la música va acompañando el desarrollo de la humanidad, dejando los sonidos representativos de los tiempos y contando las historias de las personas, siendo así, el reflejo de la sociedad desde la interpretación sonora. Esta forma tan creativa y sensible, nos coloca ahora en un momento de reflexión desde el cual la realidad se expresa desde y con la música.
Es innegable que a este conjunto complejo de función, intención y significado que conforman a la creación musical, se ha agregado un sistema capitalista de consumo de productos culturales, por lo que, las canciones y piezas instrumentales se convierte en algo vendible, consumible y reproducible con fines diversos sobre los cuales es importante considerar.
En México, el contexto de violencia ha ido en aumento en los últimos años, desapariciones, centros de reclutamiento clandestinos, asesinatos entre otros son la muestra de lo que día a día se percibe en el entorno. Esta misma sensación se ha convertido en la inspiración creativa de autores musicales específicamente de los estilos como los corridos tumbaos y narcocorridos, los cuales representan de manera alegórica esta situación.
La historia de cantar la vida de personajes representativos viene desde los griegos. La música permea en la sensibilidad colectiva y lo expresa. Es por eso que no podemos encontrar civilización sin música y música que no hable de la vida, de los lugares, de lo que importa.
No obstante, lo que debemos cuestionar aquí es: ¿Por qué la vida de ellos y ellas ha sido o es relevante para la población? ¿Qué necesidad colectiva se está satisfaciendo con esas piezas musicales? El hecho de haber sido creadas y que estas sean cantadas y reproducidas es una muestra de que importan a la sociedad, por lo que como comunidad es imperante preguntarnos, ¿por qué?
Otro aspecto fundamental para fortalecer esta reflexión es analizar cómo los procesos de escucha se han transformado desde finales del siglo pasado como resultado de la tecnología en los medios de reproducción y almacenamiento. El acceso que ahora se tiene a diferentes materiales de audio y video, sobre todo musicales son tan amplios que permite tener a la disposición grandes cantidades de música para poder escucharla en el celular o en una memoria por poner un ejemplo.
En este punto, lo que hay que identificar es que esta revolución sobre adquirir y guardar material sonoro no está directamente relacionada con un nivel de escucha reflexivo. Aaron Copland explica que existen diferentes planos de atención ante la música: sensual, expresivo y puramente musical. Toda la música que escuchamos en el radio, el supermercado, los reels, y restaurantes está enfocado simplemente por el placer de los sonidos, lo cual es el plano sensual.
El goce y disfrute es inmediato y por lo tanto no requiere de ningún esfuerzo cognitivo más que de un juicio simple sobre el gusto o disgusto. Sin embargo, este plano pasa por alto otros aspectos que también contiene la música como tal y de los cuales son ahora los sitios de reflexión crítica que nos solicita la realidad tales como: letra y contenido.
El poder de una canción puede parecer mínimo, pero al ser parte esencial de la humanidad y su desarrollo, la intención con que se crea puede detonar procesos sensibles o culturales que reproduzcan violencias y/o desigualdades. Por ello, es fundamental poner atención sobre qué, cómo, dónde y para qué reproducimos esa pieza, es decir: construir una consciencia en la escucha para transformar el entorno.
Referencia
Blacking, J. (2015). Hay música en el hombre. Alianza Editorial