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Fábricas echando humo
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Otis y escupir al cielo

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“El gobierno mexicano debe tomar en serio el cambio climático”, así lo reveló, María Eugenia Ibarrarán, investigadora del Instituto de Medio Ambiente Xavier Gorostiaga SJ en su columna de E-consulta.

En la madrugada del 26 de octubre pegó el huracán Otis, categoría 5, en las costas de Guerrero y concretamente en Acapulco. Además de los fuertes vientos, las lluvias torrenciales, las inundaciones, los deslaves y el desbordamiento del río Papagayo, afectó particularmente en la zona militar, dos hospitales públicos, uno de los cuáles dejó inoperativo; al 80 por ciento de los hoteles y a la zona urbana, periurbana y rural de la ciudad.

Las fuertes lluvias inundaron también al aeropuerto y provocó deslaves en la Autopista del Sol que días después la mantienen básicamente cerrada excepto para elementos de rescate. Se cayeron 58 torres de alta tensión, por lo que medio millón de personas quedaron sin servicio eléctrico. Esto ha generado daños multimillonarios, pérdidas humanas, y un sinfín de consecuencias de corto, mediano y largo plazo para el bienestar de los guerrerenses que aún no han sido cuantificadas. Este tipo de eventos naturales pueden producir costos tan grandes como el huracán Mitch hace algunas décadas en Centroamérica, que implicó un rezago de treinta años en su desarrollo. Habrá que ver el efecto económico y social de Otis en Acapulco y en Guerrero, el tercer estado más pobre del país. 

Además, Otis tuvo un comportamiento que sorprendió a la comunidad científica porque en sólo 12 horas pasó de tormenta tropical a huracán de máxima intensidad cuando tocó tierra, con vientos de más de 260 kilómetros por hora, tomando a las autoridades y a la población por sorpresa, con poco tiempo para evacuar.  

Hay por lo menos dos aprendizajes que se pueden derivar de este evento meteorológico extremo. El primer hallazgo ha sido reportado por la revista Scientific Report y retomado por El País. Analizando el comportamiento de 830 huracanes a nivel mundial entre 1971 y 2020, se ha observado que el 8.1% de las tormentas tropicales se convierten rápidamente en huracanes fuertes en solo 24 horas en los últimos veinte años, mientras que esto ocurría solamente en el 3.2% de los casos entre 1971 y 1990. Esto reduce significativamente el tiempo de respuesta, poniendo a amplios sectores de la población en riesgo. Aunado a esto, la intensificación de los huracanes está asociado a la temperatura del agua del mar, entre otros factores, y con el cambio climático esta temperatura tiende a aumentar. La velocidad de cambio en la intensidad de los huracanes puede ser un punto de quiebre, o tipping point, alcanzado por el incremento en las temperaturas globales que no sabemos cómo pueda seguir comportándose. Quizá cada vez se intensifiquen en menos tiempo.

El otro aprendizaje es que hay zonas donde construir es un riesgo. Dejando a un lado la zona hotelera, tanto de Acapulco como de otros destinos turísticos donde los hoteles se ponen al borde de la playa, muchas veces se construyen viviendas, sobre todo populares, en zonas que fácilmente pueden ser inundables o verse afectadas por deslaves. Esto es una doble tragedia, porque esta población altamente vulnerable de inicio por pobreza y desigualdad, pierde todo o una parte importante de su patrimonio ante estos eventos naturales extremos, provocando verdaderos desastres sociales y humanos. Una vez que se haga un recuento de los daños, será muy interesante identificar cuáles son las zonas más afectadas por el huracán y su perfil socioeconómico.

Ante estos dos aprendizajes hay acciones por institucionalizar de manera inmediata. La primera es dedicar más recursos a estudiar este tipo de fenómenos meteorológicos en las costas mexicanas y el cambio en su comportamiento reciente para identificar claramente los factores que pueden potenciar estas tormentas extremas. Segundo, desarrollar sistemas de alerta temprana para avisar a la población de cualquier cambio en las condiciones de los ciclones y tener planes de evacuación claramente definidos para minimizar pérdidas humanas. Tercero, revisar los planes de ordenamiento territorial y desarrollo urbano, así como los atlas de riesgo municipales para identificar focos rojos y, a partir de estos, hacer nuevos ordenamientos para proteger a la población.  

Por último, pero no por ello menos importante, el gobierno mexicano debe tomar en serio el cambio climático y su política energética. Seguir produciendo petróleo, además a cualquier costo, es una aberración y contribuye al cambio climático que al final nos afecta. Es como escupir al cielo. Gastar además en refinerías como la de Dos Bocas, que además está en terrenos inundables, solo hace más vulnerable la infraestructura millonaria, por cierto, y a la población que ahí viva. La política pública de este país, tanto energética como ambiental y de desarrollo de infraestructura, por no decir toda, deberá ser sensible al clima, es decir, habría de incluir criterios de descarbonización y los riesgos del cambio climático que, además, cada vez serán más intensos y más inciertos.  

 Publicado originalmente en e-consulta.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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