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Panorámica de Dubai
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Acuerdos de la Cumbre COP28

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Aunque se hayan alcanzado estos acuerdos, no hay claridad de cómo hacer para que se cumplan

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Así fue llamada la etapa que viene a nivel mundial en la COP28, que se llevó a cabo en Dubái, Emiratos Árabes Unidos del 30 de noviembre al 12 de diciembre de este año. Esta reunión sucedió tras el año más caluroso del planeta del que se tenga registro y múltiples eventos extremos como Otis.

El objetivo central de esta cumbre era medir y evaluar los compromisos de los países en torno al Acuerdo de París y proponer acciones disruptivas para controlar las emisiones. Lo cierto es que dichas emisiones no se han reducido, excepto en 2020 producto de la pandemia. Sin embargo, en los últimos años han aumentado, pasando de 35,000 millones de toneladas de CO2 en 2015, año del Acuerdo de París, a 36,150 millones en 2022 (ourworldindata.org). 

La expectativa para esta cumbre, al menos para muchos ambientalistas, era que se acordara la eliminación del uso de combustibles fósiles. Esto era todo un reto para esta COP, en tanto que tuvo lugar en los Emiratos Árabes, uno de los principales países productores de petróleo, y que el Sultán al-Jaber, presidente de la COP28, es también cabeza de la empresa petrolera nacional.

Aquí se discuten dos de los diversos temas tratados: el financiamiento climático y la energía renovable. En cuanto al tema de financiamiento, se adoptó el Fondo de Daños y Pérdidas para los países más afectados por el cambio climático. Este fondo no es para la adaptación, sino para remediar los efectos de los desastres y atender a la población afectada. Como primer paso, tanto los Emiratos Árabes como Estados Unidos comprometieron recursos para este fondo, seguidos de Alemania, Japón, Reino Unido y la Unión Europea.

En cuanto a energía, se ha acordado triplicar la capacidad de energía renovable a nivel mundial y duplicar la tasa anual de mejora de la eficiencia energética para 2030. En concreto, México se unió a este compromiso. También se convoca a una rápida y progresiva transición hacia sistemas energéticos neutros en carbono y a combustibles con bajas o nulas emisiones, como la nuclear, aquellas con captura y almacenamiento de CO2, hidrógeno verde y renovables para sustituir a los combustibles fósiles.

Si bien no se logró una declaración tajante en cuanto a la eliminación del uso de los combustibles fósiles, se ha acordado reducir su consumo y poner limitaciones a la instalación de nuevas plantas para la generación de electricidad que no tengan sistemas de captación y almacenamiento de carbono. De ahí que se ha dicho que estamos sentando las bases para la era post-fósil.

Sin embargo, aunque se hayan alcanzado estos acuerdos, no hay claridad de cómo hacer para que se cumplan y si los consumidores están dispuestos a aceptar mayores precios de la energía asociados con el cambio en la matriz energética. El mundo entero sigue dependiendo de la producción y consumo de combustibles fósiles y aunque se prometieron recursos financieros para apoyar estas transiciones, falta que realmente estén disponibles. Por otra parte, está la alta dependencia de combustibles fósiles, donde en Medio Oriente es del 99%, en Asia-Pacífico del 85%, en Europa del 70% y en América Latina del 60%, hace que esta transición sea más compleja de lo que se espera, y definitivamente no al ritmo que se necesita para que la temperatura no aumente en más de 1.5°C.  

Hay dos cuestionamientos que vale la pena hacerse. El primero es qué tanto lograremos reducir el aumento en la temperatura si se reducen las emisiones bajo distintos escenarios. Lomberg plantea que es un mito que reducir el uso de combustibles fósiles evite aumentar la temperatura en 1.5° sobre los niveles preindustriales, aun suspendiéndose hoy todas las emisiones de carbono por las inercias propias de la atmósfera. El segundo es a qué costo. Dvorak et al (Nature Climate Change, 2022), estiman que, aún reduciendo el consumo de fósiles, habría una probabilidad de poco más del 40% de que la temperatura aumentara en más de este límite establecido, y que el costo sería de casi $27 billones de dólares anuales para 2030, con una reducción de menos de 0.05°C sobre la curva de aumento de temperatura actual.  

Habrá que revisar los modelos y los resultados de los estudios anteriores, pero el aumento de renovables tendría que ser más allá del sector eléctrico. Se necesitaría electrificar la demanda final del transporte, y encontrar otras opciones como el hidrógeno para la industria y el transporte pesado. Además, será crucial la eficiencia energética. De ser este cambio técnicamente posible, se requieren incentivos para lograrlo y sanciones ante la falta de cumplimiento. ¿Estamos dispuestos a asumir los costos?  

Publicado originalmente en e-consulta.
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Ramón Tecólt González

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