El caso Marilyn Cote
Autoría: Leopoldo Díaz Mortera
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Mucho se ha dicho, especulado e investigado en la última semana sobre el caso de Marilyn Cote, el impacto que ha tenido la noticia de una mujer que presuntamente usurpó funciones y ejerció una profesión por más de diez años sin tener las credenciales para hacerlo legalmente, está rompiendo las redes sociales y por su amplia cobertura y difusión tanto en medios de comunicación local como por la persistencia en los medios nacionales y algunos extranjeros, pareciera que no dejaremos de tener noticias cada par de horas, durante los próximos días, sobre lo que le deparará a esta mujer.
Claro que es muy grave la situación y en caso, de que la autoridad competente compruebe las faltas que se le imputan, deberá ser sancionada conforme a la ley, sin embargo, la discusión se torna superficial y está centrada en la figura de un personaje que se ha caricaturizado y el interés mayor sobre el caso parece recaer en el linchamiento social, mediático y digital, no en la búsqueda de justicia, sino de castigo. Poco se habla de la reparación a las víctimas, atender las consecuencias, identificar la responsabilidad de todas las instituciones que se han desvinculado y desmarcado, pero que, de alguna manera, con sus acciones u omisiones, permitieron que ocurriera.
En este orden de ideas, ¿por qué sólo se habla de que Marilyn Cote obtenga su merecido castigo, pero no se revisa que las farmacias que surtieron las recetas apócrifas también se hagan corresponsables, contribuyan a la reparación de las víctimas y garanticen la no repetición mejorando sus sistemas para evitar estos fraudes? Y las instancias como la Dirección de Protección contra Riesgos Sanitarios (DPRIS), la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) o la Secretaría de Salud, ¿sólo pueden sancionar, pero no tienen los mecanismos para prevenir? Los problemas estructurales que permiten que sucedan casos como este, ponen en evidencia las limitaciones y dificultades de las dependencias e instituciones encargadas de cuidar y proteger a la ciudadanía.
Las y los ciudadanos tienen un rol fundamental en la prevención, el cual también debe ser examinado. Es posible ver en las reseñas de Cote en Google, que hace más de cuatro años varias personas señalaban abusos, falta de cédula profesional como psiquiatra, entre otras acusaciones de igual gravedad. ¿Por qué no se interpusieron las denuncias correspondientes en las instancias adecuadas? Pareciera que hay una intención de advertencia, pero sigue privando el linchamiento en redes sociales, es decir, buscamos el escarnio y no la justicia.
Sí a usted le ha entretenido el caso o si le ha preocupado porque, como muchos otros mexicanos, cree que es la punta del iceberg e imagina que esto no es exclusivo de una persona y que, probablemente, pasa en otras partes del país donde muchos otros se aprovechan de la necesidad, el dolor, la ignorancia y la ingenuidad de las personas, quizá pueda ver que Cote es un chivo expiatorio, no porque esté exenta de responsabilidad, en caso de que se compruebe todo aquello de lo que la acusan, sino porque permite distraer de los temas urgentes y actuales que se invisibilizan.
Este caso es el epítome de la incompetencia, el abuso de confianza, el desprecio por la vida y las leyes en detrimento de las personas, privilegiando el beneficio propio, poniendo al dinero y al poder como fines en sí mismos que contribuyen al deterioro del tejido social. Pone en evidencia que como sociedad estamos fallando, juzgamos y condenamos con facilidad, con rigidez, desde la ceguera que da la abundancia de información que no es sopesada ni pensada, que se acepta acríticamente y se repite como mantra, sin ver sus consecuencias e implicaciones, lo que dice de nosotros mismos y de las sociedades que estamos construyendo que, con su aburrimiento encuentran gozo en el chisme.
En estos tiempos de linchamientos físicos y virtuales, hace falta una conciencia más crítica, una voluntad y una acción más solidaria y un corazón más compasivo. Ser críticos para no distraernos con el circo y ver las complejas dificultades que hay que atender, centrarnos en la enfermedad y no solo en los síntomas; voluntades que nos muevan de querer quemar en leña verde a todos a mejor exigir el fortalecimiento de los aparatos estatales encargados de impartir justicia. Y compasión para que, desde la posibilidad de entender el dolor del otro, nos sintamos invitados a actuar en beneficio de los demás y no solo a acusar y condenar.