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Chica estudiando
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Lecciones que tenemos que aprender

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Deberíamos revisar cómo estamos haciendo los procesos enseñanza-aprendizaje.
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Recientemente aprendí una lección sobre las relaciones en el aula, cuando me enteré por los medios electrónicos de noticias, que un estudiante de primero de secundaria había agredido a su profesora, después de que esta le llamara la atención porque el estudiante no quería trabajar y le había pedido que saliera del salón y fuera a la dirección, a lo que el estudiante no hizo caso. Al no tener respuesta, la profesora se acerca al estudiante y trata de recoger los útiles del joven, a lo que él responde con violencia, golpeando a la docente hasta que los propios compañeros los separaron.  

Otros detalles de la noticia eran que el asunto había pasado a la dirección de la escuela y posteriormente a la Secretaría de Educación Pública; esta última instancia tomó la decisión de no expulsar al estudiante, sino canalizarlo a atención psicológica, lo que me parece una muy buena decisión, aunque creo que seguramente se revisaron antecedentes y que posiblemente esta fue la primera falta del estudiante, por lo que la decisión fue atenderlo, antes que expulsarlo.

Por otro lado, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Sección 51, al que pertenece la docente, le ofreció la posibilidad de cambiarla de escuela para no tener encuentros reiterados con el estudiante. Esta decisión ya no me parece tan adecuada, pues ambos protagonistas de este evento deberían subsanar el hecho, para aprender y enseñar que no siempre se toman las mejores decisiones, pero que siempre hay la posibilidad de reparar el daño que hayamos podido causar.

Sin tener muchos elementos y sin conocer a fondo la situación, considero que el estudiante, sobre todo si era su primera falta, puede estar pasándola mal por situaciones que desconocemos, pero nadie en su sano juicio reacciona de forma tan violenta, menos ante una autoridad y menos siendo un adolescente. Esto es lo que me ha llevado a pensar que la decisión de la SEP ha sido correcta, pues dado que se desconoce la situación del joven, lo mejor es que pueda revisarse, atenderse y que se le ofrezca la opción de superarla. Junto a esto me parece que el estudiante en particular, pero todos sus compañeros en general, podrían aprender sobre los mínimos necesarios para una sana convivencia.

En cuanto a la docente, me parece que tiene muchas lecciones que aprender, y lo digo con todo respeto, una es que siempre hay que pensar que algo no muy bueno está atravesando un o una joven que no quiere trabajar y que tiene actitud de retar a la autoridad; puede que esté harto y cansado y es mejor darle espacio, antes que hostigarlo para que haga los deberes. Otra, es que debemos respetar el espacio de nuestros estudiantes y no aventurarnos a tomar sus cosas, o quererlo obligar a algo que evidentemente, el joven no quiere hacer.

¿Qué hubiera pasado si la profesora, ante el caso omiso de su estudiante a la orden de que fuera a la dirección, le hubiera dicho que tomara un respiro y se tomara un tiempo para pensar qué quiere hacer con su vida, y lo hubiera dejado en paz? No quiero poner las culpas sobre ella, pero es una realidad que a las y los docentes no nos enseñan cómo enfrentar a estudiantes que se niegan a trabajar; todo lo que se aprende sobre cómo enseñar parte de la idea de que los jóvenes, gustosos, querrán aprender.

En los procesos de hacerse docente, se habla de la importancia de motivar a nuestras alumnas y alumnos para que estén dispuestos para el aprendizaje, pero no se dice con claridad cómo y año con año esto puede cambiar, pues la cultura cambia y los que motiva al aprendizaje también cambia.

Tampoco aprendemos que la actualización en la profesión docente es sustancial para atender a jóvenes adolescentes que cada vez, están más lejanos en edad con nosotras y nosotros. Por eso me parece que es necesario que las escuelas normales revisen a fondo lo que están enseñando a las y los docentes en formación. Además, las y los docentes en servicio deben considerar estarse actualizando en cultura juvenil, que se está moviendo a pasos agigantados; con cada generación es necesario saber por dónde están sus intereses, cómo quieren aprender y no dar por hecho que nuestra sola presencia las y los motivará para aprender.  

Este hecho me recordó un cuento que leí hace como treinta años, en el que unos estudiantes reflexionaban sobre lo interesante que eran las cosas que aprendían en la escuela, de la manera más aburrida, eso ha empeorado treinta años después. Así que también deberíamos revisar cómo estamos haciendo los procesos enseñanza-aprendizaje y cómo podemos hacerlos más interesantes para nuestra y nuestros estudiantes. Así que este hecho es una lección de la que tenemos mucho que aprender.  

Publicado originalmente en e-consulta.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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