El desplazamiento ético-estético
Autoría: José Valderrama Izquierdo
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En estas líneas abordaremos un fenómeno que ha permeado desde las lógicas de consumo, y que ha derivado en la imposibilidad de liberar el poder creativo de las personas. Accedemos desde nuestras interpretaciones, dependiendo de nuestra percepción de la realidad y esto a través las mediaciones por las cuales accedemos a la información, es decir que previa interpretación, debemos asumir la preexistencia de una trama que refleja las particularidades de la cultura y el contexto en los cuales se da esa interpretación.
Por ejemplo, en un artículo anterior analizábamos la urgente necesidad de posibilitar una pandemia creativa ante las acuciantes necesidades de nuestra época, lo que en ese caso refleja una posición interpretativa de la realidad que refleja la puesta en valor de una interpretación en la cual sería positivo resolver dicha necesidad compartida. Para acceder a dicho valor, primero habría que establecer, desde un horizonte dialógico, el cómo ese valor resulta necesario y pertinente, estableciendo los procesos para alcanzarlo, y es ahí donde se requiere de un desplazamiento ético-estético.
Al menos habría que considerar tres elementos que se conjugan para que esto pueda suceder. Desplazarse implica crear espacios de discusión, es decir, espacios donde la diferencia subsista segura, donde re-pensar lo que ha sido previamente mediado, se convierta en su puesta en duda y así liberar de lo ya mediado, para ser revisado, actualizado o descartado.
Este primer elemento requiere ya de moverse hacia la posibilidad de la pregunta. En este caso, esa pregunta abre el panorama de la trama que se quiere comprender. La duda es el medio por el cual podemos mudar nuestra interpretación de un lugar a otro, lo que producirá el efecto de percibir de diferente forma. Esto puede suceder por factores externos en nuestra vida cotidiana, positivos o negativos, pero en este caso la diferencia es que estamos produciendo consciente y críticamente un desplazamiento ético-estético resultado de un hacer intencionado y enmarcado en la seguridad que da la certeza de incertidumbre.
Un segundo elemento por considerar implicaría abrazar la plasticidad del efecto mismo del desplazamiento, es decir, nuestras corporeidades se movilizan intencionalmente acompañadas ya de una voluntad colectiva, insisto, sin saber a dónde se llegará, pero con el convencimiento de las necesidades comunes y dispuestas en base de una creatividad colectiva que se sabe y estima muy difícil de alcanzar, pero que se intuye posible y necesario. Esa visualización de necesidad es un cambio ético-estético de las formas en que interactuamos y nos relacionamos, por lo que la posibilidad creativa implica reconocerse parte de un ambiente y territorio cuidado y del cuidado. Alcanzar así territorialidades del cuidado, implica reconocer reglas y autonomías de escala múltiple, por eso desplazarse implica una plasticidad que, hasta ahora las actuales lógicas operativas de nuestras instituciones, no alcanzan a reconocer, de ahí su endurecimiento.
Finalmente, un tercer elemento a considerar tiene que ver con la creación de una nueva trama ético-estética, que democratiza horizontalmente las actividades territoriales y sus potencialidades en base a la diferencia. Esto requiere de transparencia y eficacia mediática, donde la información se aleje de la ideologización y de la defensa de los intereses de unos cuantos, requerimos de medios que realmente operen en medio. Dialogar sobre las necesidades informativas, es crucial ante la creación de políticas que distancien a los medios de pragmáticas gore en el hecho informativo.
Desplazarse hacia la transparencia como dispositivo ético-estético desde el que se construye y constituye, es el territorio donde nos jugamos nuestra empatía, en tanto efecto de vulnerabilidad cuando se es transparente. La transparencia juega así un papel fundamental en la construcción de confianza con el otro y con los otros. Transparentar el desplazamiento, posibilita ver a través de, transmitir con más claridad nuestras imágenes de posibilidad, y, por tanto, poder interpretar y crear en esa compleja certeza de incertidumbre, con un cuidado socio-territorial capaz de diluir la desesperanza.
Desplazarse es una condición innata de nuestra especie, nos ha permitido sobrevivir y dominar, pero paradójicamente la técnica del desplazamiento ha sido el territorio de las prisiones de nuestra época, hegemonías autistas, esclavitud, violencias, abandono, normalización ecocida, dispersión, aspiracionismo, entretenimiento y rendimiento, entre otras graves praxis cotidianas. La necesidad y posibilidad de desplazar nuestra perspectiva, está siendo secuestrada en la diáspora de un consumo que nos está consumiendo. Desbloquear nuestra interpretación del mundo requiere desbloquear los filtros interpretativos impuestos, retomar la posibilidad de desplazarnos ética y estéticamente representa la posibilidad de liberar ese poder creativo de nuestra especie en aras de una vida creativa de dignidades y diferencias múltiples.