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Huaya y México en Nueva York

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Resulta apremiante la (re)formación de personas socio-políticas “glocales” que defiendan, promuevan y restauren derechos humanos ante temores e incertidumbres provocadas por la segunda presidencia de Trump.

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“¿Qué pasa si me muero? ¿Cuál sería la responsabilidad del patrón? A veces me hago esas preguntas,” nos compartió un experimentado trabajador agrícola mexicano con visa H2A a las afueras de Rochester, una ciudad al norte del estado de Nueva York muy próxima a Canadá.

Desde hace más de 20 años, integrantes de Radio Huaya – La Voz Campesina, un proyecto histórico ubicado en la Sierra Norte de Veracruz, visitan a hombres y mujeres de México que residen en Estados Unidos. La primera visita ocurrió unos meses antes del atentado a las Torres Gemelas. Más visitas siguieron hasta ahora en que por primera vez participa la Universidad Iberoamericana Puebla y se articula la solidaridad de Fordham University como institución hermana jesuita.

Luego de la primera visita de 2001 se sigue un modelo que permanece en 2024. Se trata de ir a los trabajos y sobre todo a las viviendas, usualmente departamentos con pocas habitaciones y muchas personas, donde están las y los jóvenes originarios de la región más próxima al municipio de Huayacocotla. Son visitas que buscan mantener diálogos cercanos y fortalecer vínculos a través de fronteras violentas y excluyentes impuestas desde las élites en el norte global.

Fronteras que bajo discursos racistas, como el trumpista, se han externalizado, ensanchado, multiplicado y fortalecido a varios niveles afectando negativamente a personas que social y políticamente se les denomina como indeseables e invasoras pero que económica y culturalmente son indispensables y vitales (esto último a ambos lados del Río Bravo).

Las visitas de Radio Huaya a Estados Unidos cambiaron y se hicieron paralelas a los festejos guadalupanos del 12 de diciembre en el Bronx y Queens. Además, en años más recientes, se ha incorporado el acercamiento a la situación de los trabajadores agrícolas con visas H2A no sólo en la periferia de la Gran Manzana sino en otros estados como Washington, Florida y las Carolinas.

“Vine para hacer mi casa y me retiro; aspiramos a cosas más grandes (…) pero no sé hasta cuándo sea bueno, no nos conformamos; ya hice mi casa pero empiezan a crecer tus hijos y quieres también darles algo”, fue la reflexión de otro veterano trabajador con visa H2A de la región Puebla-Tlaxcala con más de una década de trayectoria en los fríos inviernos y primaveras de la Costa Este. Trabajos en épocas donde estos padres de familia se llegan a especializar en productos como la manzana, la cereza o una variante de calabaza alargada y de color más amarillento conocida como squash.

Una diferencia notable entre quienes tienen una visa H2A y el resto de personas que visita Radio Huaya en Nueva York es justamente el estatus migratorio. La irregularización de millones de personas trabajadoras mexicanas en Estados Unidos sigue siendo motivo de gran preocupación luego de ya casi 40 años de la última reforma inmigratoria en Norteamérica. Apelar desde Palacio Nacional a “héroes y heroínas” a quienes casi no se les visita, se les escucha poco, ni se les destina presupuesto federal suficiente o no se les puedan ofrecer políticas o acciones afirmativas mínimas (como unaexención o reducción de cuotas en la expedición de pasaportes u otros documentos) es de llamar la atención. 

Años posteriores a los auges y declives de organizaciones claves en la ciudad y zona metropolitana de Nueva York (como Asociación Tepeyac luego de la salida forzosa de la Compañía de Jesús de su director y por otras experiencias en más urbes estadounidenses), indican que es menester el surgimiento de nuevos movimientos y liderazgos comunitarios de las propias personas inmigrantes. Liderazgos y movimientos que puedan ser acompañados transnacionalmente o que busquen colaborar con organizaciones como Radio Huaya y obras educativas jesuitas como la Ibero Puebla, Seattle University y Fordham.

Resulta apremiante la (re)formación de personas socio-políticas “glocales” que defiendan, promuevan y restauren derechos humanos ante temores e incertidumbres provocadas por la segunda presidencia de Trump. Alianzas, organizaciones, liderazgos y movimientos verdaderamente de las comunidades que colaboren a través de múltiples barreras y obstáculos que fortalezcan, den sentido y congruencia a la inevitabilidad de las migraciones internacionales en años por venir, que busquen alcanzar bienestar y paz con justicia social.

Publicado originalmente en Ángulo 7.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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